Riesgo climático de las ciudades: ¿cómo afecta al valor inmobiliario?
Después de ver los estragos del cambio climático, en el caso de España tanto personalmente como referido a la economía y la infraestructura de Valencia, nos ha hecho darnos de bruces con la realidad y que no podamos evitar hacernos la pregunta de cómo de rápido seguirá evolucionando y a qué nivel debe preocuparnos el riesgo climático en las ciudades.
A medida que el planeta se calienta y los fenómenos climáticos extremos se vuelven más comunes, las ciudades se encuentran en primera línea de este cambio. Lugares que hasta ahora considerábamos seguros enfrentan nuevas amenazas a las que se deben hacer frente: subidas del nivel del mar, temperaturas extremas y patrones climáticos impredecibles que afectan tanto a sus habitantes como a la infraestructura urbana.
El informe Climate Risk: Global Cities Outlook de Cushman & Wakefield destaca que el riesgo climático ya está afectando de manera tangible a muchas ciudades globales y que estos desafíos continuarán creciendo. Este riesgo impacta en nuestras vidas diarias, desde la seguridad de nuestros hogares hasta el acceso a servicios básicos como la energía y el transporte. Por tanto, a partir de ahora, además de la rentabilidad, los precios y los enclaves turísticos, atender al bienestar y a la peligrosidad de determinadas zonas urbanas será también responsabilidad del inversor inmobiliario.
¿Qué es el riesgo climático y cómo afecta a las ciudades?
El riesgo climático engloba los efectos de fenómenos como inundaciones, olas de calor, incendios forestales o el aumento del nivel del mar. Este tipo de manifestaciones se han intensificado con la aceleración del cambio climático y el consecuente aumento de las temperaturas, que no solo dañan infraestructuras como carreteras, edificios y redes de suministro, sino que también afectan directamente a la salud y la seguridad de millones de personas que viven en áreas urbanas.
Según el informe de Cushman & Wakefield, las ciudades en regiones costeras o en zonas con alta densidad de población, como Miami, Shanghái o Tokio son especialmente vulnerables a estos riesgos. Sin estrategias para adaptarse y protegerse, el impacto de estos eventos extremos puede ser devastador, desde pérdidas humanas hasta grandes costes financieros, cambiando por completo la vida urbana y afectando a la capacidad de las ciudades para seguir siendo lugares habitables y sostenibles por sí mismos.
Por otro lado, según el informe del London Stock Exchange Group, la mitad de las mayores ciudades del planeta correrán el riesgo de sufrir uno o más conflictos climáticos de aquí a 2050. El informe además prevé que el calentamiento global alcanzará los 2,6ºC y 2.8ºC a finales de siglo y las principales ciudades de Oriente Medio, el Sudeste Asiático sufrirán la peor parte de esta crisis, en concreto, Singapur, Surabaya, Dubai, Riad, Yeda y Yakarta, que sufrirán olas de calor extremo.
En cuanto a Europa, los analistas destacan la posición cada vez más complicada de ciudades como Ámsterdam, que enfrenta un riesgo elevado de subida del nivel del mar e inundaciones y Madrid, que podría sufrir olas de calor de hasta 41 días en 2050. Además se prevé que el estrés hídrico en la capital española aumente un 65%, pasando a ser de alto riesgo en 2050. Mientras tanto, Londres y Manchester están en el punto de mira en el Reino Unido, ya que se prevé un aumento de 22% en la escasez de agua y un aumento del calor extremo.
Cómo el riesgo climático afecta al mercado inmobiliario
El sector inmobiliario se enfrenta a desafíos únicos en un contexto de cambio climático. En áreas expertas a un riesgo elevado, como el litoral de Miami o los centros urbanos europeos, el riesgo climático está incrementando los costes de seguros y afectando las decisiones de inversión. Algunas áreas urbanas están llevando a cabo medidas para controlar la forma en la que se construyen y se gestionan los espacios urbanos. Además, también se han construido nuevas infraestructuras para proteger de los futuros cambios. Este ha sido por ejemplo el caso de Praga, que tras lo ocurrido con la Dana de Valencia ha seguido un protocolo frente a lluvias abundantes con la implantación de diques de contención a lo largo de todo el río Moldava para tratar de evitar que el agua entre en la ciudad.
Además, hemos podido ver en los últimos meses que la demanda de edificios eficientes y sostenibles está en aumento. Las ciudades con altos niveles de vulnerabilidad deben acelerar sus políticas para fomentar la construcción de edificios con bajo consumo energético, y el propio mercado está viendo cómo los inversores favorecen proyectos que ofrecen una mayor resiliencia frente a los efectos del cambio climático. Sin embargo, esto plantea también el reto de garantizar que las medidas de adaptación sean asequibles y justas para todos y no generen una disparidad en la accesibilidad a viviendas seguras.
Conclusión
El riesgo climático en las ciudades no es solo una preocupación para el futuro, sino un desafío que ya está presente y afecta a los habitantes como al mercado inmobiliario. Aunque ciudades de todo el mundo están comenzando, aunque en algunos casos tarde, a responder a la crisis con nuevas políticas en infraestructuras que estén a prueba de los futuros eventos, todavía queda mucho por hacer para garantizar que las áreas urbanas sigan siendo lugares seguros, sostenibles y viables para el desarrollo económico. Sin embargo, la adaptación al cambio climático requiere un compromiso colectivo que involucre tanto a gobiernos como a empresas y ciudadanos.