Análisis vs. intuición: ¿qué es mejor para invertir?
A finales del siglo XIX, Friedrich Nietzsche dejó escrita una de esas ideas que todo el mundo ha oído: nosotros somos nuestro peor enemigo. ¿Quizá el iconoclasta filósofo alemán quería enseñarnos algo sobre inversión? Es improbable, pero la advertencia tiene sentido cuando pensamos en los sesgos que condicionan nuestras decisiones de inversión. En concreto, sobre el conflicto entre análisis e intuición a la hora de invertir.
En Tu dinero y tu cerebro, el periodista Jason Zweig explora la intersección entre la psicología y las finanzas. El libro se centra en cómo las emociones y la cognición humana afectan nuestras decisiones financieras y cómo los inversores pueden comprender y superar los sesgos emocionales que a menudo los llevan a tomar decisiones irracionales en el ámbito financiero.
Y, créeme, los ejemplos sobre decisiones irracionales de inversión no escasean. A veces, esas decisiones se camuflan bajo la forma de buenos presentimientos. Zweig explica que “los operadores profesionales mueven regularmente miles de millones de dólares al día en función de ‘lo que me dice mi instinto’”. George Soros, uno de los inversores más exitosos, “considera deshacerse de sus acciones cuando le provocan dolor de espalda”.
La irracionalidad a veces puede ocasionar grandes pérdidas de dinero. Durante la burbuja de las empresas puntocom, las inversiones en el índice Nasdaq Composite crecieron un 800%… para caer un 740% a los dos años. La fe en las nuevas empresas tecnológicas disparó las cotizaciones. En algunos casos, bastó con cambiarse de nombre para incluir cosas como “.com” o “.net” para desatar la locura. ¿Cómo es posible?
Los ‘dos cerebros’ del inversor
La explicación tiene que ver con cómo funcionan las diferentes partes del cerebro en relación con las decisiones financieras. El cerebro humano está compuesto por varias regiones y sistemas que desempeñan roles específicos en la toma de decisiones. Como explica Jason Zweig en el libro, dos partes del cerebro son especialmente relevantes en la toma de decisiones de inversión.
Por un lado, el cerebro emocional (sistema límbico) está asociado con las emociones y desempeña un papel fundamental en nuestras respuestas emocionales a las situaciones. En el ámbito financiero, el sistema límbico puede ser responsable de reacciones como el miedo a las pérdidas y la euforia de las ganancias. De hecho, tendemos a experimentar más intensamente el miedo a perder dinero que la satisfacción por ganarlo.
El cerebro racional (corteza prefrontal), por otro lado, está asociado con el pensamiento lógico, la toma de decisiones racionales y la planificación a largo plazo. Sin embargo, cuando se trata de decisiones financieras, la corteza prefrontal puede verse afectada por la influencia del sistema límbico. Las emociones intensas pueden dificultar que esta parte del cerebro funcione de manera óptima, lo que puede llevar a decisiones impulsivas o irracionales.
Los problemas aparecen cuando dejamos que la intuición (cerebro emocional) tome decisiones que deberían pasar antes por el filtro del análisis (cerebro racional). Es lo que pasó en la burbuja de las puntocom. “Las personas que compraron estas acciones no analizaron el negocio subyacente; en cambio, siguieron un sentimiento, una sensación, una corazonada”, explica Zweig.
Pero no hace falta pensar en burbujas catastróficas para comprobar el tira y afloja entre estas dos formas de pensar. Por ejemplo, el cerebro emocional se fija más en lo que cambia que en lo que permanece estable. Por eso, a veces damos más importancia a las variaciones en el valor absoluto de un índice o una acción que a su variación en porcentaje. O nos fijamos más en el rendimiento reciente de un fondo en lugar de en sus resultados a largo plazo.
¿Cómo invertir mejor: con el análisis o la intuición?
El cerebro racional es el que interviene, por ejemplo, para responder a la pregunta de si mi cartera de inversión está suficientemente diversificada. El análisis es necesario, pero no es infalible. Como relata Zweig, el exceso de confianza en nuestro cerebro racional también nos conduce a errores.
Hay personas que pasan dos o tres horas al día analizando acciones. “A menudo están convencidos de que han descubierto un secreto estadístico único que les permitirá vencer al mercado. Debido a que han ahogado su intuición, sus análisis no logran alertarlos sobre el hecho más obvio de todos: al menos otros 100 millones de inversores pueden ver los mismos datos, quitándoles la mayor parte de su valor”, explica Zweig.
Así pues, no hay un cerebro tonto y otro inteligente. Los dos sistemas funcionan de forma distinta, y la clave es saber combinar sus fortalezas. Zweig propone algunas sugerencias para combinar el análisis y la intuición a la hora de invertir:
- Confía en tus instintos. Antes de invertir, “lee los documentos que pueden revelar el carácter de los jefes de la empresa, la declaración anual de poderes y la carta del presidente a los accionistas en el informe anual, con los ojos abiertos a sentir emociones”. Si algo te hace sospechar, retrasa tu decisión.
- Mantén la calma. Es difícil saber cómo evolucionará una compañía o un sector en el futuro. No te dejes llevar por mensajes como “¡las criptomonedas cambiarán el mundo” o “los precios del petróleo están al alza”, sin analizarlos en detalle.
- Hazte otras preguntas. Antes de tomar la decisión, plantéate consultas como: “¿cómo lo sé?” o “¿cuál es la evidencia?”. O imagina que es un amigo, y no tú, el que está a punto de tomar la decisión. ¿Se lo recomendarías o le dirías que lo pensara?
- Ponte unas reglas claras. Como dijo Benjamin Graham, “la gente no necesita una perspicacia o inteligencia extraordinaria. Lo que se necesita es adoptar reglas simples y respetarlas”. Por ejemplo, establece límites sobre cuánto invertir en una sola acción o en qué condiciones vender un activo.
- Cuenta hasta diez. Tu estado de ánimo puede influir en tus decisiones de inversión. Si vas a tomar una decisión importante, date una vuelta, déjalo para el día siguiente o consúltalo con alguien en cuyo juicio puedas confiar.
- Fíjate en el valor. “No es raro que el precio de una acción cambie hasta mil veces en un solo día de negociación, pero en el mundo real, el valor de una empresa apenas cambia de un día para otro”. Párate a pensar si entiendes bien el modelo de negocio y cómo podría ser dentro de diez años.