Libelium, el IoT español que está conectando el mundo

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Libelium, el IoT español que está conectando el mundo

En el año 2006 el desarrollo del internet de las cosas (IoT) estaba aún en una etapa incipiente. Alicia Asín y su socio David Gascón estaban convencidos de que podían hacer algo grande en este campo y lanzaron Libelium. A la ambición de los inicios le acompañó mucha ilusión y cierta dosis de inconsciencia. Pero el resultado no ha podido ser mejor, y hoy la compañía es un referente internacional y trabaja en más de 120 países. Uno de los ámbitos en los que más experiencia atesora son las smart cities, ciudades conectadas que permiten monitorizar todo tipo de parámetros y ayudarnos a mejorar la gestión y la calidad de vida. Alicia Asín, CEO y cofundadora de Libelium, nos habla de todo ello en esta entrevista.

De un spin-off de la Universidad de Zaragoza a trabajar en más de 120 países. Libelium representa el sueño de muchos emprendedores. ¿Cuál es la historia de esta compañía que hoy es un referente mundial en el sector IoT?

Nació en 2006 como un spin-off de la Universidad de Zaragoza, fruto de la curiosidad y pasión por la tecnología que compartíamos, el cofundador, David Gascón, y yo, compañeros de clase en Ingeniería Informática. Nuestro punto de partida fue un proyecto de fin de carrera basado en redes de sensores inalámbricos. Fue entonces cuando vimos un enorme potencial en el IoT. Nadie estaba haciendo grandes cosas y creímos que nosotros podíamos ser ese referente internacional. Tiramos más de ilusión e inconsciencia en esos inicios, desde luego. Pensábamos que llevar una empresa iba a ser algo fácil y nada más lejos de la realidad. Nos recomendaron especializarnos en un vertical, centrarnos en exportar a unos pocos países foco y diseñar soluciones privativas para preservar nuestro know-how. Pues bien, no hicimos nada de eso. No quiero decir que los consejos no deben ser tenidos en cuenta, pero cuando algo es tan novedoso como lo era el IoT en 2006, debes tomar tu propio camino e ir sorteando las curvas conforme vengan. Al final, no nos ha ido mal, ¿no?

Las soluciones IoT son una de las principales tecnologías sobre las que se están desarrollando las smart cities. ¿Cuánto hemos avanzado en este sentido?

Cuando comenzamos con el proyecto Smart Santander en 2013, considerada una de las primeras smart cities de España, estábamos dando los primeros pasos para crear una ciudad conectada. Instalamos una red de 1.125 dispositivos para monitorizar parámetros como temperatura, ruido, luminosidad y calidad del aire. Era una prueba de concepto (PoC) para demostrar que los datos podían ayudarnos a comprender y gestionar mejor nuestras ciudades. 

Aquello era lo que llamamos el IoT 1.0; el que recopilaba datos. Ya veríamos qué haríamos después, pero lo principal era digitalizar las ciudades para obtener la mayor cantidad de datos posibles. Posteriormente, llegó el IoT 2.0. Ahora que teníamos los datos, teníamos qué podíamos hacer con ellos. Era la época del big data y de superar el reto de la interoperabilidad: cómo hacer que datos de diferentes fuentes se entendieran entre sí. Empezamos a aplicar los primeros modelos algorítmicos y a asentar la idea de que las diferentes concejalías de un ayuntamiento no debían operar como silos de datos: de la misma manera que para hacer políticas no se hacen sin la consulta de otras concejalías, los datos también deben estar disponibles en una única plataforma-ciudad.

«En Libelium, nos gusta hablar de “datocracia”: tomar decisiones basadas en datos para cuestiones que deberían ser técnicas y objetivas».

Ahora estamos inmersos en la era de la inteligencia artificial (IA) para aplicar sentido a todos esos datos y poder, no sólo tomar decisiones a posteriori sino poder predecir y prevenir escenarios futuros para evitar, por ejemplo, embotellamientos en fechas señaladas, picos de contaminación en horas concretas o situaciones de riesgo en infraestructuras críticas.

La aplicación de la IoT comprende múltiples áreas propias de la gestión urbana cotidiana y también es una oportunidad para resolver algunos de sus principales retos, como es el caso de la contaminación. ¿Cuál es la propuesta de Libelium en este campo?

Hoy, una década después de aquel Smart Santander, hemos pasado de medir y recopilar datos a tomar decisiones informadas y automatizadas gracias a la combinación de IoT con tecnologías como la IA y el análisis predictivo con gemelos digitales. Un ejemplo claro es la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) de Cartagena, donde utilizamos nuestra solución envair360 para diseñar y gestionar una ZBE basada en datos hiperlocales sobre contaminación, ruido y movilidad. 

Una zona de bajas emisiones siempre es algo controvertido porque implica restricciones a la ciudadanía. Ya sea por pasarte o por no llevar, el ayuntamiento que la aplica va a recibir críticas. Es uno de los motivos por los que en España están tardando tanto en implantarse las ZBE, además de su complejidad técnica, por supuesto.

Nuestra solución basada en datos, modelos algorítmicos y gemelos digitales permite jugar en un entorno virtual con diferentes escenarios de restricciones para ver cuál es el más eficiente en el objetivo de reducir las emisiones de CO2. En Libelium, nos gusta hablar de “datocracia”: tomar decisiones basadas en datos para cuestiones que deberían ser técnicas y objetivas, como la gestión de una Zona de Bajas Emisiones, evitando que factores ideológicos interfieran en soluciones que buscan el bienestar común.

La gestión inteligente del agua y la energía representan también una oportunidad de mejorar en el marco de las smart cities. ¿Qué acciones se están llevando a cabo?

Estamos en un momento en el que los recursos son cada vez más limitados y las demandas urbanas más exigentes, necesitamos pasar de una gestión tradicional y reactiva a una gestión basada en datos y proactiva. 

En cuanto al agua, el desafío no es solo asegurar su disponibilidad, sino también garantizar su calidad y uso eficiente. Las ciudades necesitan infraestructuras capaces de detectar fugas, monitorizar la calidad en tiempo real y adaptarse a los efectos del cambio climático, como períodos de sequía o lluvias torrenciales. La recopilación y análisis de datos nos permite anticipar riesgos y tomar decisiones informadas para proteger este recurso esencial.

Por ejemplo, al utilizar datos en tiempo real, podemos predecir posibles inundaciones y actuar antes de que se conviertan en desastres. También podemos optimizar el consumo de agua en parques y jardines públicos, adaptando el riego a las condiciones climáticas y al estado del suelo.

En el ámbito de la energía se enfrenta a un reto importante con la inyección de nueva energía proveniente de fuentes sostenibles como la solar o la eólica a una infraestructura ya instalada. Es muy costoso, tanto a nivel económico como logístico, crear líneas de alta tensión nuevas o ampliar las ya existentes, por eso, mucha de esa nueva energía no se puede transportar mediante la infraestructura actual sin riesgo de colapsar. Por eso, por un lado, se está apostando por descentralizar este transporte y por generar maneras de almacenar la energía, y por otro, por sacar el máximo rendimiento a la infraestructura actual. Con Red Eléctrica de España y Telefónica hemos colaborado en un proyecto que permite hacer un gemelo digital del entorno de las líneas de alta tensión para saber en qué momento es seguro y óptimo inyectar energía a la misma y aprovechar así su máximo potencial. 

En un país como España, donde el turismo es uno de sus principales motores económicos, ¿qué puede aportar la IoT?

El turismo es un pilar económico fundamental en nuestro país, pero su impacto no siempre se hace extensible a toda la ciudadanía. A medida que crece el número de visitantes, las ciudades se ven atrapadas en una delicada balanza entre fomentar el desarrollo económico y proteger su identidad cultural y sus recursos naturales. 

El reto es evidente: ¿cómo seguir atrayendo turistas sin sacrificar la calidad de vida de los residentes y el patrimonio que precisamente atrae a esos visitantes? De nuevo, volvemos a los datos. En Libelium creemos que los datos son el nuevo lenguaje de comunicación entre la administración pública, las empresas privadas y los ciudadanos, permitiéndoles crear impactos positivos en su ciudad.

Libelium está ayudando a destinos turísticos a ser más inteligentes y hacer del turismo en España un modelo de negocio rentable, respetuoso con su entorno y ciudadanía, y sostenible. 

«Si podemos prever un futuro probable, también podemos diseñar hacia atrás las acciones necesarias para evitar los problemas».

Monitorizamos en tiempo real la calidad del aire, lo que permite a las autoridades locales implementar medidas para proteger la salud pública y mejorar la experiencia de los visitantes. 

También ofrecemos un conocimiento detallado de la afluencia de personas en puntos de interés, ayudando a evitar la aglomeración en determinados espacios, así como favorecer la dinamización de barrios menos visitados, por ejemplo.

Nuestras soluciones también contribuyen a la conservación del patrimonio arquitectónico, monitorizando el impacto de la calidad del aire y las condiciones climáticas en monumentos y edificios históricos. Del mismo modo, aplicamos sensores ambientales y de calidad del agua para proteger el patrimonio natural, optimizando el uso de recursos y minimizando el impacto ambiental en entornos sensibles, como playas, corales o parques naturales.

Después de 18 años, ¿hacia dónde se dirige Libelium?

Desde nuestros inicios sabíamos que vivíamos en un entorno en constante innovación, y a eso nos vamos a dedicar los próximos años, como lo hemos hecho hasta ahora. Echando la vista atrás da vértigo ver de dónde venimos y adónde hemos llegado. A la velocidad a la que avanza la tecnología resulta imposible adivinar dónde nos llevará. Sin embargo, en Libelium tenemos tres anclajes que nos ayudan a no perder el norte: el valor de los datos para tomar decisiones mejor informadas, la innovación al servicio de la sostenibilidad, y el compromiso con las personas y nuestro entorno.

Y las ciudades, ¿cómo serán dentro de 10 años?

Las ciudades dentro de 10 años dependerán, más que de la tecnología disponible, de nuestra capacidad de tomar decisiones valientes y de aplicar soluciones de manera eficiente. La tecnología avanza a una velocidad tan vertiginosa que, a veces, nos cuesta imaginar cómo será el futuro o adaptarnos a los cambios. Pero hay predicciones muy claras que nos muestran los desafíos que vienen.

Por ejemplo, se estima que para el año 2050 la demanda de aires acondicionados se triplicará debido al calentamiento global y al crecimiento económico. Aunque esto puede ser positivo para los fabricantes, hoy en día ya representa el 3% de las emisiones de efecto invernadero y el 7% del consumo energético mundial. Sabemos que este problema se avecina, pero lo que falta es la voluntad de solucionarlo.

Por eso, en Libelium insistimos en la importancia de una datocracia: utilizar los datos y la tecnología para planificar y tomar decisiones informadas. Si podemos prever un futuro probable, también podemos diseñar hacia atrás las acciones necesarias para evitar los problemas. Muchas ciudades europeas se han marcado el objetivo de ser neutras en carbono para 2030, pero pocas tienen un plan real para lograrlo. No fallamos en las predicciones, fallamos en la ejecución.

Dentro de 10 años, las ciudades pueden ser más limpias, sostenibles y habitables, pero solo si trabajamos juntos –ciudadanía, tecnología y autoridades– y aplicamos las soluciones que ya tenemos para resolver los desafíos reales que ya conocemos. La clave no es esperar a que la tecnología haga el trabajo por nosotros, sino usarla de manera estratégica y con voluntad de cambio.

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