¿Hay un mes mejor para invertir?
La búsqueda del momento perfecto para invertir es un tema recurrente en el mundo financiero. En muchos círculos, se debate si ciertos meses del año son más propicios para invertir, y esta discusión se extiende a diversos tipos de inversiones más allá del ámbito inmobiliario. En este artículo veremos si realmente hay un mes mejor para invertir o si la realidad es más compleja que el calendario a la hora de invertir.
Los mercados financieros son dinámicos y están influenciados por una gama diversa de factores que van más allá de la estacionalidad. Si bien es cierto que ciertos períodos pueden presentar patrones estacionales en la volatilidad o en la actividad del mercado, la predicción de los movimientos basados únicamente en el calendario es arriesgada. Además, ya hemos visto en este blog que intentar predecir el mercado, en general, es un empeño inútil.
Factores que considerar más allá del tiempo
Antes de plantearse si hay o no épocas mejores en el año para invertir, conviene tener en cuenta algunos factores. El primero parece obvio: el estado de la economía. Como sabemos, una crisis, una guerra, la inflación o una pandemia pueden condicionar notablemente a los mercados, diluyendo cualquier sabiduría que creyéramos tener sobre ellos.
Otro aspecto crucial es examinar nuestros propios objetivos de inversión. Si aspiramos a lograr ganancias rápidas –una empresa arriesgada– puede tener sentido sondear el estado del mercado para tomar decisiones en las que el tiempo es clave. Pero si seguimos la estrategia más segura para la mayoría de los inversores –el largo plazo–, las fluctuaciones del mercado nos importarán mucho menos.
El efecto enero y otras convenciones
Es cierto que la estacionalidad puede desempeñar un papel en algunos mercados o tipos de activos, aunque su impacto puede ser variable. Por ejemplo, el mercado suele ser volátil en los meses de verano. La explicación puede ser más sencilla de lo que pensamos: como muchos de nosotros, los traders se van de vacaciones en verano y, en consecuencia, hay menos negociación en los parqués.
Otros hablan del efecto enero, que tiene dos lecturas posibles. Según algunos autores, lo que ocurra en los primeros días del año será un reflejo bastante fiel del comportamiento del mercado en todo el año. Para otros, el efecto enero tiene que ver con un rally de las acciones que se suele producir cada comienzo de año. En teoría, esto se debería a un aumento de la actividad que contrasta con el descenso de final de año.
Noviembre, octubre, diciembre…
Ciertos analistas señalan que noviembre es un buen mes para las bolsas. Los datos del S&P 500, el principal índice de referencia de Estados Unidos, apuntan a una ganancia media del 6,7% en el periodo noviembre-abril desde 1990. El periodista financiero Jason Zweig recuerda que octubre tiene muy mala fama –fue el mes del gran crac de 1987–. Sin embargo, este mes históricamente ha promediado el quinto mejor rendimiento de los 12 meses del año.
Para otros, en fin, en el último trimestre del año las bolsas tienen a subir “un 80% de las veces”. Hay también el llamado “rally de Navidad”, una tendencia alcista que, teóricamente, ocurre muchas veces hacia final de año. Y que contradice un análisis previo que apunta a una menor actividad en diciembre…
¿Hay un mes mejor para invertir?
En última instancia, la idea de que ciertos meses son inherentemente “mejores” para invertir es relativa y depende de varios factores más allá del calendario. La estrategia de inversión individual, la comprensión del mercado y la gestión del riesgo son aspectos fundamentales que prevalecen sobre la mera consideración de los meses del año. Además, si hubiera realmente un momento idóneo para invertir, todo el mundo lo aprovecharía y, por tanto, dejaría de serlo.
La toma de decisiones informadas, la diversificación y la comprensión de los ciclos del mercado son pilares esenciales en cualquier estrategia de inversión exitosa, sin importar el momento del año. En lugar de esperar el momento perfecto, la clave para invertir con tranquilidad está, más bien, en una estrategia sólida y a largo plazo que considere múltiples variables más allá del calendario.