Un contrato contigo mismo: cómo invertir sin ceder al miedo
En el libro El inversor Inteligente, considerado la biblia de las inversiones, el economista Benjamín Graham nos propone una reflexión sobre cómo las emociones humanas pueden afectar a las decisiones de inversión, especialmente cuando el miedo o la avaricia se apodera de nosotros y nos hace actuar a destiempo. Graham destaca que, a pesar de la objetividad que el análisis financiero puede ofrecer para llevar a cabo una inversión, el principal obstáculo que enfrentamos para conseguir una rentabilidad óptima, no es el mercado, sino nuestro propio comportamiento.
En este sentido, aparece un nuevo concepto que puede parecer un poco extraño pero que iremos entendiendo a lo largo de este artículo: el contrato contigo mismo. Esta idea consiste en que los inversores se comprometen, consigo mismos, a mantener la calma en momentos de volatilidad del mercado y a no ceder a los impulsos emocionales. De esta manera, no solo se refuerza el autocontrol, sino que también se establecen unas bases claras de las estrategias a seguir, incluso cuando tengamos una gran tentación de actuar de manera impulsiva.
El comportamiento humano y su impacto en la rentabilidad
Uno de los conceptos más representativos de este fenómeno es el behaviour gap o “brecha de comportamiento”, que Benjamín Graham también menciona en su obra. Esta brecha describe la diferencia entre la rentabilidad de los fondos de inversión muestran en sus informes oficiales (rentabilidad ponderada por tiempo) y la rentabilidad real que los inversores experimentan, que suele ser menos debido a sus decisiones emocionales (rentabilidad por dinero). Lo curioso del estudio es que determina que los inversores en su mayoría, no pierden dinero por las fluctuaciones del mercado, sino por cómo se reacciona ante ellas, ya que los inversores suelen obtener rendimientos anuales que son peores que los de los fondos en los que invierten, debido a su tendencia a vender cuando el mercado baja y comprar cuando está en alza.
De la misma manera, el autor destaca que es importante tener en cuenta que el objetivo de la inversión no consiste en ganar más dinero que la media, sino en ganar suficiente dinero como para satisfacer nuestras propias necesidades. Es decir, la mejor forma de medir el éxito consiste en saber si hemos elaborado un plan financiero y una disciplina de conducta que tenga posibilidades de permitirnos llegar a donde queremos llegar.
El impacto del behaviour gap es importante, especialmente en el largo plazo, la diferencia en los rendimientos puede ser considerable. Este tipo de comportamiento no solo afecta a las ganancias inmediatas, sino que también puede distorsionar la percepción de los mercados, haciéndolos parecer más volátiles e impredecibles de lo que son. La verdadera rentabilidad de una inversión está en estudiar bien nuestra elección, mantener la calma y seguir con nuestra estrategia hasta el final, incluso en momentos de incertidumbre.
El contrato como herramienta para combatir el behaviour gap
Ahora que empezamos a entender el sentido de hacer un contrato contigo mismo también tenemos que ver cómo aplicamos esto en nuestra estrategia de inversión. Y es que esta idea, ya ha sido implementada por algunas plataformas de inversión, que proponen firmar un escrito legal con una serie de principios que rigen en momentos de estrés o incertidumbre. En el caso de Indexa Capital, desde 2019, ofrece a los inversores la posibilidad de firmar un contrato contigo mismo en el que se comprometen a no retirar su dinero en momentos de baja del mercado.
La finalidad de este contrato es ofrecer a los inversores una confianza propia o un recordatorio emocional que les permite mantener la calma cuando las complicaciones aparecen en los momentos de fluctuación del mercado. Asimismo, el contrato sirve como un “ancla de comportamiento”, un concepto extraído de la psicología conductual, que se refiere a la toma de decisiones en base a una información primaria. La primera información que recibimos y procesamos, suele ser la que se asimila y la que se queda anclada a nosotros. Relacionado con la inversión, al leer nuestro propio contrato en un momento de duda por fluctuaciones del mercado el inversor puede ver sus pensamientos racionales del «yo» en calma, enfrentando las emociones del «yo» en crisis. Este contraste puede disuadirlo de tomar decisiones que no se alinearán con nuestras metas en un futuro.
Por lo tanto, el contrato no es simplemente un documento legal, sino que es un compromiso personal que tiene un gran impacto psicológico. Al firmar un compromiso de manera oficial, los inversores refuerzan una mentalidad a largo plazo, que es crucial para evitar los efectos emocionales. En este caso, los datos de Indexa, muestran que la mayoría de los clientes que firmaron este contrato han mantenido sus inversiones durante las caídas, con solo un 6,5% de retiradas desde 2019 hasta junio de 2024 (335 clientes frente a 5142).
En definitiva, el comportamiento humano tiene un impacto profundo en la rentabilidad de las inversiones y como bien nos demuestra Benjamín Graham, las emociones pueden ser el mayor enemigo de la rentabilidad. La idea de firmar un contrato contigo mismo, puede parecer algo simple y absurdo, sin embargo, la referencia de Indexa Capital, demuestra que tiene sentido y que puede ser una herramienta valiosa para evitar caer en la trampa de nuestros propios nervios.
Este tipo de compromisos emocionales y racionales pueden marcar la diferencia entre una inversión exitosa y una llena de arrepentimientos. Al final, invertir con éxito no solo depende de entender los mercados, sino también de conocer y controlar nuestra propia psicología, conociéndonos lo suficiente para saber cuál es nuestra tolerancia al riesgo y que nivel de autocontrol podemos llegar a tener cuando el miedo nos limita a invertir mejor y con la mayor rentabilidad posible.