Edificios enfermos. ¿Qué problemas de salud acarrean?
Lo creas o no, existen los edificios enfermos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el Síndrome del Edificio Enfermo (SEE) afecta a un 30% de los edificios modernos pero también, y esto es lo relevante, a entre el 10 y el 30% de sus inquilinos.
¿Y qué significa este síndrome? El término lo acuñó la OMS en 1982 y se define como “el conjunto de molestias ocasionadas por la mala ventilación, la descompensación térmica, las cargas electromagnéticas y las partículas y vapores de origen químico en suspensión que circulan por el edificio en el que vivimos o trabajamos”.
Los materiales utilizados en la construcción de los edificios, la falta de iluminación, una mala circulación del aire o la propia ventilación del espacio y la consecuente humedad son algunos de los problemas más comunes. Gran parte de ellos pasan desapercibidos para la inmensa mayoría de la población pero tienen consecuencias negativas no solo en el propio inmueble, también en nuestra salud. Alergias, asma, dermatitis o lipoatrofia muscular, también denominada la enfermedad de las oficinas, son algunos de los problemas que puede transmitir un edificio en este estado a sus habitantes.
No obstante, al igual que las personas, estos inmuebles también se pueden curar. El estudio “El reto de la rehabilitación: El Pasaporte Energético y otras propuestas para dinamizar el sector” destaca que el 50% de las viviendas en España están construidas sin ningún tipo de criterio de eficiencia energética y un 36% se construyeron entre los años 70 y 80. La inminente y urgente rehabilitación a la que debe hacer frente el sector inmobiliario conlleva una mejora en el mantenimiento de estos edificios, el sistema de ventilación, la regulación de temperatura e iluminación evitando materiales con componentes volátiles, con el objetivo de no perjudicar la salud de las personas que habitan en ellos.
Por nuestra parte, mejorar la ventilación, controlar las temperaturas extremas, usar humidificadores en ambientes muy secos, no tender la ropa dentro de casa y limpiar bien las moquetas, alfombras u otras superficies que puedan acumular bacterias contaminantes se configuran como hábitos fundamentales para conservar la buena salud de los edificios y la nuestra propia.