El tipo de interés compuesto es el tipo aplicado a una inversión o préstamo que se calcula no solo sobre el capital inicial, sino también sobre los intereses acumulados previamente. A medida que los intereses generados se reinvierten, la tasa de interés compuesta permite que estos se sumen al capital original, lo que produce un crecimiento exponencial de la inversión o, en su caso, de la deuda. Este mecanismo es especialmente útil para maximizar el rendimiento de las inversiones a largo plazo, ya que los intereses generados aumentan a medida que se acumulan.
Este tipo de interés se utiliza comúnmente en productos financieros como depósitos a plazo, fondos de inversión, y préstamos. La fórmula del tipo de interés compuesto hace que el valor final de la inversión crezca más rápidamente que en el caso del tipo de interés simple, que solo se calcula sobre el capital inicial.
El tipo de interés compuesto es una herramienta muy potente para aumentar los rendimientos de una inversión, especialmente cuando se permite que los intereses se reinviertan durante un periodo de tiempo largo. Cuanto más frecuente sea la capitalización de los intereses (diaria, mensual, anual), mayor será el impacto del crecimiento compuesto.
Sin embargo, aunque el tipo de interés compuesto puede resultar beneficiosa para los inversores, también puede generar un coste significativo en los préstamos, ya que los intereses se acumulan sobre los intereses, lo que aumenta la deuda total de manera exponencial. Por lo tanto, es fundamental que los prestatarios sean conscientes de los plazos y la frecuencia de la capitalización para evaluar el verdadero coste de un préstamo.
Al considerar el tipo de interés compuesto, los inversores deben calcular cuidadosamente los rendimientos acumulados a lo largo del tiempo y asegurarse de que el rendimiento obtenido justifique la cantidad de capital invertido y los riesgos asociados.