Inmobiliario rural: ¿quién invierte en estos activos?
La vuelta al pueblo gana adeptos y, al calor de esta tendencia, también la inversión en el mercado inmobiliario rural ha crecido en los últimos años.
Desde 2011, según datos de la Agencia Tributaria, España ha vendido cerca de 10.000 propiedades de este tipo, entre viviendas rurales, terrenos, fincas rústicas o solares. Un amplio abanico de activos que aglutina desde casas de campo hasta aldeas enteras.
La búsqueda de tranquilidad y una vida más saludable lejos de la contaminación de las grandes urbes, unido a la mejora de las infraestructuras en las zonas rurales y unos servicios de conectividad más avanzados son algunos de los motivos de su apogeo.
Actualmente, aunque el peso total de este segmento se sitúa en torno al 5%del mercado, los expertos señalan que el sector no para de crecer. “El avance es importante sobre todo en la demanda del interés, que cada año crece entre un 18% y un 20%”, explica Elvira Fafian, gerente de Aldeas Abandonadas Real Estate, una inmobiliaria especializada en este nicho, en un reportaje publicado en Cinco Días.
¿Cuál es el perfil del inversor en inmobiliario rural?
El inversor tipo es un cliente extranjero, quien representa entre el 65% y 70% de los compradores. En este sentido, Fafian especifica que los clientes belgas se decantan por las zonas de Galicia y Asturias, mientras que los nórdicos prefieren invertir en Teruel, Soria, Zaragoza o Guadalajara. Según la experta, estos últimos buscan activos en estas áreas por ser los enclaves más baratos de la Península, pero también porque están mucho más cerca de las grandes ciudades.
El cliente estadounidense y árabe opta por Andalucía, Extremadura y el sur de Castilla-La Mancha; frente a los rusos, que eligen inmuebles de las zonas más cercanas a la costa, pensando sobre todo en la inversión turística.
Por su parte, el comprador español que invierte en este tipo de activos suele ser empresario o alto ejecutivo, con una edad entre los 35 y los 55 años y posee cierto poder adquisitivo, según destaca Antonio Ibáñez, director de la división rural de Gilmar.
No obstante, la gran diferencia entre ambas tipologías de compradores es el capital destinado a la inversión. Mientras el cliente nacional busca fincas hasta los dos millones de euros, el internacional se fija en otras por encima de los cuatro millones.