¿Por qué en España falta cultura de inversión?
En España, cuando se habla de dinero la conversación suele girar en torno a la estabilidad; ahorrar para el futuro, comprar una vivienda, tener algo guardado para imprevistos… Sin embargo, cuando se trata de invertir –especialmente en activos más allá de los tradicionales, como la vivienda o los depósitos bancarios– el panorama cambia. Si bien en países como Estados Unidos o Reino Unido hablar sobre inversiones es habitual, en España la idea de elegir una estrategia para rentabilizar los ahorros es aún incipiente.
Pero ¿por qué en un país como España, con una economía diversificada y acceso a plataformas globales, siguen primando las inversiones más conservadoras? En este artículo, analizaremos algunas razones que han contribuido a esta falta de cultura de inversión y también las señales que nos indican que esto está empezando a cambiar.
1. El legado de la crisis: la aversión al riesgo
Es imposible entender la relación de los españoles con la inversión sin mirar hacia el pasado. La crisis financiera de 2008 tuvo un impacto notable en muchos hogares, y una de sus secuelas más constatables ha sido una mayor aversión al riesgo. Familias que antes pensaban en invertir sus ahorros en fondos o activos de riesgo moderado vieron reducido su patrimonio financiero. Este impacto creó una percepción negativa de los mercados financieros, vistos como inestables y peligrosos. Como resultado, el ahorro bancario o la compra de vivienda como “refugio seguro” sigue siendo la estrategia predominante de los que se consideran inversores en España.
2. Un sistema educativo que deja de lado la inversión
El sistema educativo español, a diferencia de otros países, tradicionalmente ha dejado de lado la enseñanza sobre la economía y las finanzas personales, y, en especial, las inversiones. Mientras que en otros países se fomenta la cultura del emprendimiento y se forman, como en Estados Unidos, con asignaturas sobre economía, en España no ocupa un lugar muy destacado.
Esto muchas veces se traduce en poca formación y ausencia de herramientas para tomar decisiones eficaces sobre cómo gestionar el dinero, dónde invertir o cuál es la estrategia adecuada para cada perfil de ahorrador.
3. La vivienda, inversión por antonomasia
En España, hay un concepto muy arraigado y es la seguridad del ladrillo. La vivienda ha sido durante décadas el destino favorito de la inversión. Esta creencia tiene, en parte, un trasfondo cultural –tradicional, incluso– y también una parte cierre de seguridad financiera, ya que la fiscalidad ha favorecido la compra de viviendas, reforzando esta tendencia.
No hay nada de malo en preferir la inversión inmobiliaria sobre otras alternativas de riesgos similar. Pero esta elección no debería limitar el resto de opciones. Al concentrar la inversión casi exclusivamente en el sector inmobiliario, muchos españoles no diversifican lo suficiente y pierden oportunidades en mercados financieros que, aunque conlleven un riesgo objetivo mayor, ofrecen mayor liquidez y una rentabilidad atractiva a largo plazo.
4. La banca tradicional: más comodidad que innovación
Hasta hace poco, la oferta de productos de inversión por parte de los bancos en España era bastante limitada y, en muchos casos, poco transparente. Aunque esto está cambiando, durante años, la banca tradicional ofreció productos como depósitos a plazo o fondos conservadores que no requerían mucho conocimiento por parte del inversor. Estos productos ofrecían rentabilidades modestas, pero aseguraban la percepción de seguridad que buscaba el público español.
La aparición de plataformas online de inversión –como Urbanitae– o fintechs que democratizan el acceso a productos financieros más sofisticados, han ampliado el horizonte de inversión de muchos ahorradores. Sin embargo, la transición ha sido un poco más lenta debido a la inercia de confiar en las instituciones bancarias tradicionales.
5. La desconfianza en el sistema financiero
A lo largo de los años, en España ha habido episodios que han minado la confianza de los inversores. Desde la quiebra de las cajas de ahorros hasta escándalos como el de las preferentes, la relación de los españoles con el sistema financiero ha pasado por momentos de dificultad. Este historial ha reforzado la sensación de que invertir es para ricos o que invirtiendo lo arriesgas todo, dos ideas que todavía están presentes en la actualidad.
A todo ello se suma la falta de acceso a asesoramiento financiero, agravada por el hecho de que muchas personas confían en recomendaciones sesgadas por intereses comerciales. Unidas a la falta de mayores conocimientos, incrementa el riesgo y, por tanto, la percepción de que el sistema juega en contra del inversor.
En cuanto al futuro de la inversión en España, a medida que la población toma conciencia de la necesidad de gestionar sus finanzas de manera más eficiente, se empieza a observar un cambio cultural notable. Las nuevas tecnologías, junto con la democratización de las inversiones, están facilitando el proceso. El reto ahora es romper definitivamente con los miedos y mitos heredados del pasado, adoptar una mentalidad más abierta y aprovechar las oportunidades que brinda la digitalización.