Evergrande: ¿candidato a Lehman Brothers o ave fénix?
En la tercera edición de Exuberancia irracional, su célebre libro sobre burbujas de mercado, publicada en 2015, Robert Shiller hablaba de la existencia de un “impresionante boom de la construcción inmobiliaria en China”. El premio nobel de economía apuntaba a la laxitud del Gobierno, que había permitido “que la construcción ocurra a un ritmo masivo, sin las restricciones de zona y medioambientales que se han visto en otros países”.
En los últimos meses, los problemas del gigante chino Evergrande no solo han confirmado el diagnóstico de Shiller, sino que han sembrado dudas sobre la salud de la segunda economía del mundo. ¿Qué ha pasado y por qué ha tenido tanta repercusión? En este post damos algunas claves para entender lo sucedido.
La mayor parte del mundo ignoraba la existencia de Evergrande hasta que en septiembre de 2020 se hizo pública una carta en la que el grupo pedía ayuda al Gobierno de Cantón por sus problemas financieros. Aunque la compañía desmintió la autenticidad de la carta, su contenido puso de manifiesto la realidad del conglomerado e inició una devaluación bursátil que rozó el 90% en 2021.
Reestructuración con cuatro años de retraso
Según el documento, Evergrande pedía al Gobierno regional que aprobase un plan de reestructuración para una de sus filiales, Hengda Real Estate. El plan llevaba cuatro años a la espera del sello oficial, y la demora se traducía entonces en que Hengda debía repagar a sus inversores 19.000 millones de dólares antes del 31 de enero de 2021. De no completarse el plan, se produciría –según la carta– “el incumplimiento cruzado de Evergrande de sus obligaciones con las instituciones financieras relacionadas y el mercado de bonos, incluidos los bancos, los fideicomisos y los fondos, provocando riesgos financieros sistémicos”.
La palabra clave, sistémico, había hecho acto de presencia. Evergrande era entonces el segundo mayor promotor inmobiliario de China, pero el más endeudado. A cierre de junio de 2020, acumulaba un pasivo de 835.500 millones de yuanes (unos 130.000 millones de dólares) con 128 bancos y 121 instituciones financieras, según la carta hecha pública en septiembre. Evergrande logró resolver el problema de Hengda por un tiempo, tras alcanzar un acuerdo con sus acreedores en noviembre de 2020. Pero la presión estatal para reducir su endeudamiento persistió.
Las tres líneas rojas
Preocupado por el calentamiento del sector, el Gobierno chino se propuso en agosto de 2020 atajar el alto endeudamiento de las compañías inmobiliarias con la introducción de tres líneas rojas. En resumen, la nueva política establecía el desapalancamiento forzoso de aquellas compañías que infringieran al menos uno de estos tres criterios: una ratio pasivo-activo de menos del 70%; un apalancamiento neto de menos del 100% y que el cociente entre efectivo y deuda a corto plazo sea de al menos 1.
En 2021, año en que entraron en vigor las tres reglas, se temía que Evergrande no cumpliera ninguna. En los años anteriores, la compañía había protagonizado una expansión a base de inversiones muy agresivas. Según el Financial Times, esta estrategia incluyó la colocación de miles de millones de dólares en WMP (wealth management products), un producto financiero de riesgo alto emitido por bancos y otras instituciones financieras chinas.
En el transcurso del año pasado, el panorama de Evergrande se fue ensombreciendo. En agosto, la compañía admitió en un comunicado que “el grupo tiene riesgos de impago de préstamos y litigios fuera de su curso normal de negocios”. Los números del promotor seguían deteriorándose: en el primer semestre de 2021, su beneficio neto se contrajo un 28,9% y su facturación, un 16,5%.
Entre ventas de activos apresuradas para ganar liquidez y calificaciones negativas de las agencias crediticias, el suspense se recrudeció en octubre, cuando las acciones de Evergrande fueron suspendidas en la Bolsa de Hong Kong. La cuerda se fue tensando hasta que finalmente, el pasado diciembre el grupo incumplió por primera vez el pago de una deuda en dólares. La perspectiva de que Evergrande quebrara, al estilo del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers en 2008, tomaba visos de realidad.
¿Salvación para Evergrande en junio?
2022 no empezó mucho mejor para Evergrande. Apenas comenzado el año, la compañía pidió que se suspendiera su cotización. ¿El motivo? Que las autoridades de la provincia de Hainan ordenaron al gigante inmobiliario la demolición de 39 edificios en el plazo de diez días. Según las autoridades, los permisos de construcción se habían obtenido de manera irregular. Los 39 inmuebles forman parte de un proyecto, Ocean Flower Island, en el que había invertido cerca de 13.000 millones en los últimos seis años.
Las buenas noticias llegaron, al fin, a finales de mes. El día 24, la compañía se revalorizó notablemente (más de un 8%) ante el anuncio de un posible plan de reestructuración por parte del Gobierno de Cantón en la primera mitad del año, según la consultora financiera REDD. El WSJ informaba el mismo día de que Evergrande había pedido más tiempo a sus acreedores internacionales, alegando además que el emprendimiento de acciones legales drásticas contra la compañía sería “desestabilizador”.
Síntoma de un mal mayor
Las próximas semanas serán cruciales para determinar el futuro de Evergrande y saber si, como parece, será rescatado por los poderes públicos. En todo caso, el sector inmobiliario, que representa un tercio de la economía china, sigue necesitado de soluciones que saneen su relación con los bancos.
The Economist informaba en noviembre de que Evergrande es un síntoma, ciertamente muy grave, de un problema mayor, la corrupción del sistema financiero chino. Compañías como Evergrande y HNA, un conglomerado de empresas, tomaron control del accionariado de bancos regionales a los que luego recurrían para financiarse sin demasiados miramientos.
Según la información del semanario británico, casi el 90% de los cerca de 1.400 bancos rurales chinos tienen como accionistas mayoritarios a compañías privadas. Ello implicaría que un total de más de 6 billones de euros de los activos de estos bancos podrían estar bajo el control o la influencia de intereses privados.
Al mismo tiempo, el establecimiento de las tres líneas rojas no parece haber sido muy eficaz hasta el momento. Como recoge EjePrime, a cierre de junio de 2021 “30 inmobiliarias habían cruzado las tres líneas rojas, 23 incumplían dos de las condiciones y 60 compañías habían sobrepasado una de las líneas rojas, según datos de Fitch Ratings tras estudiar 190 promotoras de China y Hong Kong”. Quizá en una próxima edición del libro de Robert Shiller el caso de Evergrande acabe convertido en un buen ejemplo… de desastre que no llegó a ocurrir.