Se refiere a las instalaciones y estructuras físicas necesarias para el funcionamiento de una sociedad, como carreteras, puentes, aeropuertos, redes de transporte, plantas de energía y sistemas de telecomunicaciones. Estas infraestructuras son fundamentales para el desarrollo económico, ya que facilitan el acceso a bienes y servicios, mejoran la conectividad y permiten la distribución eficiente de recursos.
La inversión en infraestructuras implica financiar y desarrollar estos activos, que suelen tener una vida útil prolongada y ser esenciales para el bienestar social. Además de su importancia económica, las infraestructuras también juegan un papel clave en la sostenibilidad y la calidad de vida, ya que proporcionan servicios básicos como el transporte, la energía y la comunicación.
Las infraestructuras no solo son vitales para el funcionamiento de las economías modernas, sino que también son un área de interés para los inversores. La inversión en infraestructuras a menudo se considera una opción atractiva debido a su estabilidad y rendimientos previsibles a largo plazo. Los proyectos de infraestructura suelen ser gestionados por entidades públicas o asociaciones público-privadas, pero también existen oportunidades para inversores privados, especialmente en proyectos de infraestructura a gran escala o en mercados emergentes.
El desarrollo de infraestructuras puede ser costoso y llevar muchos años, pero una vez construidas, proporcionan beneficios duraderos tanto para la sociedad como para los inversores. Además, la calidad de las infraestructuras influye directamente en la competitividad de un país o región, afectando el comercio, la productividad y el acceso a mercados internacionales.